Título: Absurda Tempestad
En el año 2020 mientras transcurría la pandemia el mundo del trabajo sufrió cambios significativos. El aislamiento social preventivo, fue utilizado en ocasiones como instrumento de poder para hacer modificaciones en los regímenes laborales, causando mucho malestar e impotencia en la clase trabajadora.
En esa época fue realizado el presente escrito, que modifique levemente, por suerte la normativa que menciono finalmente no fue concretada. Los afectados usamos los medios tecnológicos como defensa y también salimos a la calle, con las medidas preventivas necesarias, porque le teníamos más miedo al virus antidemocrático que al coronavirus.
Desde mi rol profesional, atenta al sufrimiento subjetivo, como psicóloga trabajando en educación, me siento profundamente interpelada frente a un proyecto de normativa, que buscaría sancionarse al parecer, como ya se hizo en otra oportunidad, de manera unilateral abusando del poder político. De concretarse, dicho poder se aprovecharía de haber sido mayoría en las urnas, pues no hay perspectiva que se discuta en los órganos establecidos para tal fin, importándole muy poco el consenso. Esta medida constituiría un golpe bajo, por haberse efectuado en un momento donde los afectados poco pueden hacer, ya que la cuarentena los tiene atados de pies y manos.
En nuestra jurisdicción, de un modo u otro nos conocemos todos, porque somos pocos. Muchos de los que hoy cumplen tareas administrativas, técnicas, de asesoramiento, etc, han sido maestros o conocen de cerca, por su trayectoria, las necesidades de nuestras escuelas. Pese a nuestras disímiles funciones y puntos de vista, se trabaja de manera solidaria, no importa tanto cuál es el puesto de trabajo de cada uno, las diferencias de perspectiva, colaboran cuando se trata de sacar adelante a nuestros alumnos en un contexto cada vez más adverso. Se respetan las jerarquías, porque suelen respaldarse en la autoridad que confiere el saber y en la trayectoria del trabajo realizado.
Nos guía el mandato fundacional de enseñar y asistir a nuestros alumnos, los ciudadanos más vulnerables, sin creer por ello que no tienen luz, sino que necesitan como niños que son, o adultos con derechos vulnerados, que les ayuden a mantener su llama encendida, para construir futuro, porque de eso creemos que se trata nuestra educación: un horizonte más justo e inclusivo.
Una mayor precarización del trabajo del maestro suplente, una mayor división en las remuneraciones según el lugar donde se trabaja, el desconocimiento del valor de la labor del que no está en el aula, pero trabaja con la misma población y colabora con compromiso en la calidad educativa, el desguace para aquel que está en pasividad por enfermedad y no llega a cumplir veinte años en el aula… Estas son algunas de las medidas que pretenden cambiar las normas vigentes o reglamentar algunos intersticios, y con las que se habla de reordenamiento, vaya palabra tan dolida en nuestra Argentina, eufemismo usado para recortar la inversión, a partir de una mega normativa que conferiría súperpoderes necesarios para encarnar una posición megalómana …¿Acaso no se piensa que ninguna orientación podrá brindar aquel que se posiciona desde ese lugar, cuya lógica se basa en el desquicio?
¿Qué se pretende instalar entre los trabajadores? ¿Una rivalidad que rompe todas las reglas que hemos respetado hasta ahora? ¿Es ese el ejemplo de convivencia que pretenden dar a nuestros alumnos? ¿Cuál será su precio? ¿Se detuvieron a medirlo?
¿Sabrán que se está jugando con lo más sagrado que tiene un docente, su ser moral?¿Mientras de un lado, se pone no solo todos los recursos materiales y tecnológicos, sino toda la carne en el asador al momento de enseñar en la pandemia; del otro, se retribuirá con recortes monetarios y medidas absurdas que simbólicamente desvalorizan, ignoran, atropellan el gran esfuerzo realizado?
Me pregunto si esta es la delegación que les otorgó el pueblo en las urnas, como al parecer se da a ver obscenamente en muchos medios de comunicación que dejan tanto que desear a través de su información sesgada y de su manipulación de la opinión ¿“pública”?
Me pregunto por las consecuencias en la subjetividad de los que están al frente de esta “batalla educativa”, los maestros: ¿Cómo afectaría este cambio al deseo de educar? ¿Cuantos enfermarán al no sentir reconocido su esfuerzo, su valor humano? ¿Con qué ganas continuarán capacitándose para superarse día a día? ¿Cómo se podrán seguir sosteniendo afectivamente a los alumnos? Porque eso es lo que se hace día a día en las aulas, reales o virtuales, no solo se enseña sino que se acompaña, se auxilia, se asiste.
Freud señalo que educar, curar y gobernar son profesiones imposibles, esto quiere decir que nunca pueden llevarse a cabo de manera acabada, que siempre algo falta, que en el horizonte se podría hacer algo más.
Pese al esfuerzo que implica la profesión docente, esta es una tarea como otras. El que eligió la profesión docente debe responsabilizarse por ello. Sin embargo, hay que reconocer que esta imposibilidad requiere del docente cierta conexión con el ideal. No se puede ser maestro sin ello; está en el corazón de todo educador civilizar al niño, introducirlo a la cultura, no dejarlo a merced de la pulsión de muerte.
Entiendo así que la tarea docente requiere un plus, un poner el cuerpo que hay que saber medir para no comprometer la salud, lo constato a través de la experiencia de más de veinte años ejerciendo la profesión u observándola de cerca.
Si tal es el nivel de compromiso que se requiere, ¿es justo que solo mantengan la condición docente, aquel maestro que se ha tenido que pasivizar por enfermedad solo después de veinte años de estar en el aula?. ¿Se puede medir en años la marca que deja en la subjetividad el ejercicio de una profesión? ¿Sabe la gente que un suplente que trabaja un año lectivo solo se le contempla como antigüedad generalmente nueve meses?
Señalemos también que no existe política que se ocupe de la morbilidad docente.
En lo personal, siempre he trabajado a conciencia, considerando la legitimidad más que la legalidad, por ser más afín a mi objeto de estudio y porque nunca me enfrenté con una política educativa que se manifiesta como un caballo desbocado, pese que sus actores dicen tener las riendas en las manos.
Entiendo que ambos conceptos no van de la mano, la legalidad se puede imponer, la legitimidad se construye en base a la autoridad, a un saber ser y hacer con otros y no solo como se atestigua de parte de algunos personajes empoderados con palabras vapuleadas como “comunicación y respeto”, dichas para llenarse la boca y pretender endulzar oídos. ¡Qué ingenuos nos han creído!!
Si bien los niños de las escuelas y sus carencias, son un gran motor propulsor de esfuerzos por parte de sus docentes, para obtener un cambio en sus condiciones vitales, no sería conveniente confiarse en ello, para arremeter con todo. Mucho ha sido lo construido, el recorrido y el esfuerzo diario de los trabajadores, para someterse al arbitrio de una racionalidad basada en el número, o sea, inhumana. Más allá de estar atados de pies y manos, aun se tiene lo más importante, la voz y un decir que se hará escuchar, pues lejos se está, de estar doblegados.
Como señalaba anteriormente, no solo el educar es una profesión imposible, sino también el gobernar (del latín gubernare: dirigir un navío). Es decir, no todo en el ser humano se deja dirigir por otro, hay un resto ingobernable en cada uno, presente y desconocido hasta para el sujeto mismo, que muchas veces no logra ser sublimado y dadas las circunstancias se expresa en forma de estallido. Si yo estuviera en el lugar de capitán del navío, tendría más cuidado….si el barco se hunde, ¿habrá salvavidas que preserve a un capitán cobarde? Está claro que estamos en medio de una incontrolable tempestad……y no necesariamente por culpa de un virus.
Me resisto a pensar que gente que ha estado en las aulas, que se ha formado en las escuelas y nuestra universidad pública, como muchos de nosotros, avale semejante proyecto. Apuesto a que se reflexione y se vuelva atrás sobre los pasos, que no haya sanción de semejante normativa. Aún estamos a tiempo de que no ocurra lo peor…
María Alejandra Coste – Lic. En Psicología -Prof. de Nivel Inicial - Actualmente trabaja como psicóloga clínica de manera privada.
Relato 15° Concurso Sin Presiones “Expresión escrita la salud de los trabajadorxs” Organizado por el Instituto de Salud Laboral y Medio Ambiente (ISLyMA) – Córdoba – 2024
El jurado expresó: Está escrito en primera persona por una psicóloga que trabaja en el ámbito de la educación y vio complicada la tarea laboral en todo el espectro educativo durante el ASP en Pandemia. Habla de precarización, recortes y superpoderes. Expresa la problemática de les trabajadores de la educación y se plantea decenas de preguntas sin respuesta. Establece una diferencia entre la legalidad y la legitimidad y le reclama a los refrendantes (políticos, funcionarios) manipulación y falta de reconocimiento de todas las morbilidades que acumula un docente en sus años de carrera. Denuncia “Una mayor precarización del trabajo del maestro suplente, una mayor división en las remuneraciones según el lugar donde se trabaja, el desconocimiento del valor de la labor del que no está en el aula, pero trabaja con la misma población y colabora con compromiso en la calidad educativa, el desguace para aquel que está en pasividad por enfermedad y no llega a cumplir veinte años en el aula… “ Figuras laborales como ser suplente o docente en tareas pasivas. Perdida de su condición de docente porque no tiene 20 años frente al aula, en nombre de un reordenamiento.