Relato del 15° Concurso “Sin Presiones” Expresión Escrita de lxs Trabajadorxs

Título: “Ya no soy la mujer maravilla”

 

Collage analógicoSilvia Belga

Collage analógico
Silvia Belga

Hace un año, Linda pudo jubilarse. Me dijo: “¿Sabés cuánto fue mi aguinaldo?
…150 mil.”

Empezó a trabajar a sus 10 años más o menos. Su familia tenía una despensa en el garaje de su casa. Mamá, papá y su hermana se ocupaban de llevar el negocio adelante, teniendo diferentes tareas al igual que ella.

Recuerda que estudiaba por la mañana y al volver de la escuela siempre le gustaba mirar las Aventuras de Súper Hijitus. Luego almorzaba y cuando se cerraba el almacén tocaba ordenar la provisión que había llegado, más limpiar las heladeras, los productos, envases, y acomodar todo en los estantes.

Durante la tarde, al llegar un gran aflujo de gente, oía a su mamá desde la vereda, ya que se había disparado a jugar un rato, llamándola a los gritos: “¡Liiindaaa!”, y sabía que había que volver para atender, poner el pan en la bolsa, pesar, y más.

Ya cerca de sus 12 años, una vez se puso feo. Estaban su abue y una prima de visita y entonces irrumpieron en el lugar dos tipos armados. Su abuela salió a las corridas por los laterales a pedir ayuda a los vecinos. Ella y su prima oyeron tumultos, y se acercaron a la escalera, pero su nona les impidió bajar. Se escucharon muchos disparos. Era inusual que robaran, pero les pasó. Al otro día, y sin que alguien resultara herido, hubo que seguir atendiendo y se continuó marchando como siempre. Escuchó decir a los grandes que les habían llevado la plata de la caja y cada uno de los relojes que los adultos tenían.

Desde sus 8 años, estudiaba piano y sus notas eran brillantes. El emprendimiento familiar además su educación formal eran su ocupación principal. Aunque no tenía un sueldo su familia nunca le hizo faltar nada. Ahorraba y complementaba lo que su mamá le daba diariamente en dinero, vendiendo productos de belleza por catálogo. A veces, con ello compraba algunas prendas de vestir que quería, iba al cine sola, acudían con su prima al bar que le gustaba a tomar un café y claro… compraba vinilos. La constante era llegar a su casa con un disco nuevo… Sui Generis, Almendra, Sandro. Música, siempre.

A sus 17 también se dedicó a vender ropa de vestir, ropa de blanco y accesorios. Seguía con sus estudios de piano y no dejaba sus labores habituales.

Un año después, al casarse, ya no continúo atendiendo el negocio. Su madre la llamaba asiduamente ya solo para la limpieza del lugar, porque decía que nadie lo hacía como ella. Linda otorgaba gran valor a la limpieza. Se dedicaba con gusto a ello y lo hacía muy bien quedando su casa y el comercio relucientes.

Ya una vez embarazada de su primer hijo, viajó con su marido a otra provincia. No puede explicar los motivos por los que renunció a las tareas laborales fuera de su hogar y se ocupó casi exclusivamente de cuidar su panza. Comenzó a sentirse apocada, extrañando muy sola y triste. Fue cuando su hermana viajó a visitarlos, que le confirmó que la estaban extrañando mucho y regresó. Retomó ya en Córdoba todas sus actividades, y también se dedicó a dar clases de piano a algunos alumnos particulares, porque ya había alcanzado el título de maestra. Preparaba a los niños para que rindieran en el Conservatorio, y excepto uno que no enganchaba nada, los restantes rendían con excelentes calificaciones.

Volvió a ser mamá y una tercera vez.

Cuando el más pequeño comenzó a caminar, ya sintió que era momento de dejar de dar clases. Le iba suficientemente bien como vendedora, sostenía impecable su casa, cuidaba a sus hijos, también ahorraba, para como sus padres lo hacían, invertir alguna vez en propiedades.

Tenía 22 años, se sentía muy productiva, y contemplaba como su pareja emprendía algo autónomamente y no prosperaba. Pensó e hizo por tener su casa propia. Inició pagando una cuota mensual por un departamento en un complejo habitacional. Un poco después con lo suyo y lo que el padre le prestó, pagaron en dólares la adquisición de una chapa de taxi. Durante cinco años pagó por el departamento hasta recibir la novedad de que la empresa quebró, ya que los adherentes no ponían en tiempo y forma lo acordado. Ni un centavo le devolvieron. Sucedió también que por decisiones del Gobierno ya no se permitía transferir las chapas de los taxis y le reintegraron el dinero otorgado cuando ya había devaluado bastante.

Decepcionada, en crisis matrimonial, se separó. Todavía no sentía que pudiera sin la guía de sus padres realizar algo que resultara un buen negocio. La esperanza de la vivienda propia se marchitó. Emocionalmente no estaba bien y comenzó con problemas de salud en vesícula y riñones. La habían estafado. Tanto ahorrar para nada. Lloraba mucho y a lo delgada que era se sumó que perdió peso. Estaba muy acelerada. ¿Qué hacer?

Había quedado sola a cargo de sus hijos e hizo lo mejor que sabía hacer, vender. Fue adquiriendo nuevos conocimientos y realizó trabajos de cosmetología. Con emoción cuenta cómo una tía de las más queridas confeccionaba la ropa para los niños y se quedaba a cuidarlos para que ella salga a trabajar. Debió ajustarse en los gastos, aunque iba para adelante. Podía con todo.

Un año después volvió a reconciliarse con su marido. Al poco tiempo estaba embarazada de su cuarto hijo.

A partir de un conocido de la familia que tomaba fotografías y realizaba murales, a sus 31 años, se ofreció a promover y vender el trabajo que él hacía. Le fue rápido y sencillo aprender a armar bastidores, tomar fotos y se compró una cámara profesional. Se lanzó sola. Iba casa por casa mostrando lo que hacía y la llamaban. Durante 3 años le fue muy bien con ello hasta que sobrevino la crisis económica en el País y la clientela ya no podía pagarle lo trabajado.

Con 33 años se anotó en una carrera Universitaria y también comenzó a militar en un partido político.

Consiguió que tuvieran un auto al que pusieron como remís. Por esas cosas de la vida en un mes sufrió dos choques. Quedó inutilizado. Se comenzaron a endeudar para sobrevivir y hasta que lograron pagarle el seguro la pasaron bastante difícil. Fue casi instantáneo resolver un viaje a Buenos Aires para comprar con ese esperado dinero, ropa y salir a vender.

Teniendo 37 años reformuló todo lo anterior para junto a un tío que era bien hábil para los negocios poner una casa de comidas. Por fin un lugar en la zona, luego en otra ciudad, tanto ella como su compañero, trabajaban arduamente. Mejoró todo, por un tiempo. A sus 39 se pudo dedicar a empezar a construir su casa.

A sus 41 y avanzando en su propio negocio surgió la oportunidad de tener el bar que siempre había soñado. Por 2 años más juntó el dinero necesario para tener el fondo de comercio y finalmente se concretó. Terminó en breve su casa como la había imaginado.

A sus 44 años se incorporaron algunos de sus hijos al negocio familiar. Transcurrido un corto tiempo le dieron una tópica distintiva y de a poco se convirtió en un boliche con resto bar. Ganaba muy bien. Atendía la caja, era Dj, preparaba tragos, escuchaba los problemas que la clientela traía, asesoraba. De pronto perdió el anonimato y siempre en sus salidas o descanso encontraba a alguien que la reconocía, gritaba su nombre y se acercaba a hablar con ella. Regresaba a su casa bastante apesadumbrada al notar a veces que personas jóvenes y algunos adultos llegaban mostrando signos de haber consumido sustancias. Pocos exponían su vida y la escuchaban. Sintió que algo podía hacer.

Hasta sus 55 años funcionó el bar y cerró. Atesora los momentos en que una y otra persona se han acercado con el paso del tiempo a comentarle que, gracias a su escucha, consejos, sugerencias se habían alejado de las drogas.

Al año siguiente su padre comenzó a distribuir algo de la herencia entre sus tres hijos. A ella le tocó su parte. Compró un gran terreno con 4 construcciones y comenzó a dejarlas en orden para poder alquilarlas. Realizó viajes al exterior a donde se radicó su tercer hijo. Compró en una gran oportunidad una casita en un barrio residencial. Pudo pagarles vacaciones a sus hijos y salir de viajes.

Llegó la Pandemia. Parte de la herencia debió destinarla a la sobrevivencia ya que solo 2 lugares se alcanzaron a ocupar.

Sus padres ya no viven y ahora se deben realizar tramitaciones, las de la sucesión, para poder disponer de 4 departamentos que se consignaron para ella.

En la actualidad se dedica a administrar sus alquileres, continuar gestionando los arreglos de plomería, pintura, los necesarios para los lugares que posee y a no tener deudas. Recientemente sufrió una fractura en un brazo cuando apurada por realizar las transferencias del día, tropezó con el cable de la computadora y fue al piso directo.

Sueña hoy con realizar los viajes por el mundo que le quedaron pendientes. Sola no…con sus amigas.

Cree que al ser mujer siempre le tocó ocuparse de todo y por esa razón veía a cada mujer como la mujer maravilla. Dice: “Si yo alguna vez lo fui, cosa que no creo, ya no soy la mujer maravilla”.

Sandra Mariel Cáceres    - Lic.en Psicología. Trabaja en Secretaria de la mujer –Ministerio de desarrollo social de la Pcia. de Córdoba.    - Cosquín- Pcia. De Córdoba

Relato 15° Concurso Sin Presiones “Expresión escrita la salud de los trabajadorxs”                                                Organizado por el Instituto de Salud Laboral y Medio Ambiente (ISLyMA)  – Córdoba – 2024 

El jurado expresó: Relata a vida de una persona desde su infancia hasta la actualidad. Habla de sus logros a nivel económico y de sus pesares familiares. Es una historia de una mujer que lucha para tener un buen nivel de ingresos y acumular en ahorros para vivir holgadamente. Es una mujer que se destaca en la venta y el comercio.
La capacidad para no dejarse vencer por las dificultades y conflictos que se le cruzaron en el camino. Un canto a la vida y a la sobrevivencia frente a las dificultades que la vida va interponiendo.

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