Mención
Título: No la vez
Mi hermana Marta, era una de las pocas mujeres que paraban con su moto en la pequeña dársena de Av. Duarte Quirós, casi esquina León Pinelo, de Barrio Alto Alberdi de la ciudad de Córdoba, al frente del negocio de Pizzería existente en el lugar, a la espera de que entren las notificaciones en la aplicación de “Pedidos Rápidos”. Antes de la pandemia, ella trabajaba, por horas, en la cocina de un restaurante del centro. Llego la cuarentena y el restaurante cerró. Marta entonces bajó las aplicaciones de varias de las empresas de reparto. Por suerte tenía una moto, único bien que le había quedado de su disuelto matrimonio. Por seguridad trabajaba la mañana y a la tarde solamente. Ella decía que este laburo le daba una flexibilidad horaria para atender el cuidado de su pequeño hijo sin problemas. “Yo no tengo patrón, yo soy mi propio jefe” decía. Sabía que en la moto corría riesgos, sobre todo el de sufrir un accidente sin tener seguro ni nada que la cubra. Pero, me explicaba, “no son más altos que los de trabajar en una cocina, y quemarme la mano en la aceitera”. Además, decía,”tengo la ventaja de alguna manera de ser yo y la aplicación, nada más. Depende de mí en definitiva porque yo nunca cobré una ayuda del Estado, en mi vida, ni es lo que quiero para mí. En definitiva, yo soy mi patrón, elijo los horarios”. Decía que no era trabajadora, sino una “emprendedora”.
Yo discutía mucho con ella. En octubre de 2023 ante la convocatoria a protestar contra la votación del proyecto de ley de regulación de los trabajadores de plataformas. Marta apoyó la misma y fue a la movilización frente a la sede de la Legislatura Unicameral. Estaba furiosa contra “los políticos”. “Nos quieren manejar sin escucharnos a nosotros que trabajamos todos los días en esto. No tienen en cuenta nuestra libertad de decidir cuándo y cómo trabajamos para ganarnos la vida. ¿Por qué me van a decir a mí cómo tengo que generar mis ingresos?”. Y agregaba: “¿por qué nos tienen que regularizar a nosotros, y no a los que están cobrando sin trabajar en el Estado, a los ñoquis?”. No aceptaba las supuestas regulaciones estatales y sindicales, que coartaban la libertad. Rechazaba además la –según ella- humillación de recibir dinero del Estado o la ayuda de un plan social. “Ellos sí que no quieren trabajar”, repetía. “Todo ha cambiado”, me decía, “todo es muy competitivo, lo que pasa es que vos no la ves”.
Hacía oídos sordos a mis argumentos de que lo que en verdad se pretendía, al regular su actividad, era proteger sus derechos, darles estabilidad, seguridad, asistencia, obra social y seguro de salud. Pero mis palabras caían en saco roto. ”No, decididamente no la ves”, reiteraba.
Hoy, estoy aquí, en la Guardia del Hospital de Urgencias, rogando, para que se recupere del estado de coma en que se encuentra luego del terrible choque que tuvo con aquel camión de transportes que se quedó sin frenos en la Av. Colon, justo cuando ella cruzaba por calle Arturo Orgaz, en aquella fatídica siesta de agosto pasado, cuando iba a entregar una pizza grande mitad muzzarella y mitad napolitana.
Para colmo, Laura, una chica que ocasionalmente pasaba por ahí, única testigo del accidente me contó que ella cuando estaba llamando con su celular al 107, escuchó que, en el celular de Marta, que estaba caído en el piso, llamaban insistentemente. Ella atendió y les dijeron a los gritos que “porque no había llevado el pedido, que el cliente estaba furioso y que si seguía así no la iban a llamar más”. Cortó en forma inmediata.
Demás está decir que ni el negocio de pizzería, ni la app de reparto, ni el chofer del camión ni la empresa transportista, nadie se hizo cargo de nada, debiendo ser atendida en la salud pública, que por suerte resultó de primera.
Espero que se recupere y después veremos lo demás.
Eduardo Planas – Trabajador jubilado del Poder Judicial de la Pcia. De Cba. Ciudad de Córdoba Mención 15° Concurso Sin Presiones “Expresión escrita la salud de lxs trabajadorxs”. Organizado por el Instituto de Salud Laboral y Medio Ambiente (ISLyMA) – Córdoba – 2024
El jurado expresó: Relato muy actual y real. Lo que todos y todas sabemos sobre las condiciones laborales de aquellos que inundan las ciudades con sus motos llevando y trayendo los “Ya y ahora” de quienes se quedan sentados. La narración es un reconocimiento a la necesidad de intervención del estado para garantizar derechos vitales, así como también es un grito para demandar mayores fuentes laborales con dignidad plena.
Irónico relato que se mete en la cabeza de una trabajadora (no asumida como tal) de aplicaciones de reparto para justificar la precarización en que se desenvuelve. Se trata de una batalla argumental entre quien narra y su protagonista exponiendo las ideas que sostienen una gran parte de las y los trabajadores de aplicaciones que, a tono con la ideología imperante no se consideran como tales sino “emprendedores”.