Primer Premio del 15° Concurso “Sin Presiones” Expresión Escrita de lxs Trabajadorxs

PRIMER PREMIO

Título: La Gota

Me llamo Alejo Verón, soy periodista y nunca pensé que la realidad que me tocaba reflejar me afectaría de tal modo que pondría en juego las convicciones que me llevaron a ejercer el periodismo: hacer que la verdad se sepa.

Condit_019-1024x681Hace 12 años en la ciudad se estaba realizando la obra para la colocación de cañerías de la red de gas natural. Desde el inicio varios comunicadores advertimos que la ordenanza en cuestión parecía redactada por la empresa distribuidora, ya que los costos de esas obras las debía afrontar el municipio y posteriormente cada frentista se adhiriera, o no, al nuevo sistema. Es decir, el futuro permisionario, cobraba dos veces.

Una mañana un grupo de vecinos que sostenían el funcionamiento del museo comunitario, se hizo presente en la obra para reclamar la imprevisión del municipio que trabajaba sin los protocolos para la preservación de eventuales hallazgos arqueológicos en el lugar. En donde en una profunda zanja cinco operarios iban cavando hasta lograr la profundidad que indicaba el capataz, mientras este trataba de librarse de los arqueólogos aficionados. En el interior de la excavación, dos trabajadores jóvenes bromeaban con un tercero, un tanto mayor, sobre su ausencia en el baile del último fin de semana.

El día se presentaba radiante y esas condiciones propiciaban que se pudiera adelantar la tarea sin los inconvenientes de la lluvia de la semana anterior.

Finalmente, el capataz terminó su conversación con los requirentes y se acercó a la zanja para dar las indicaciones necesarias. Abajo, sus trabajadores continuaban la con lo encomendado bromeando entre cargadas y carcajadas.  El capataz pidió a otros dos operarios que removían cascotes más allá que se sumen al primer grupo para acelerar la labor. En ese momento sintió un mareo y supuso que era uno de los habituales bajones de glucemia con que se hacía sentir la diabetes que lo afectaba. En ese instante, como en cámara lenta, vio los rostros de desesperación y gestos exagerados que hacían los dos hombres que recién había convocado, luego escuchó los gritos y cuando giró buscando con la vista los tres obreros que iban a recibir la ayuda, literalmente sintió que el piso se hundía a sus pies y una pesada mole de tierra y escombros se desplazó sobre la zanja cubriendo a los tres empleados y generando una terrorífica nube de polvo. Sintió sus piernas apretadas hasta más arriba de las rodillas y pronto logró liberarse. Conmocionado, se dirigió a buscar

a sus dependientes y ya los otros dos estaban cavando con las manos el lugar donde supuestamente habían sido sepultados. Recién entonces supo que el tiempo para él había pasado más rápido de lo que creía. Entre gritos desesperados se unió a la tarea mientras acudían otros trabajadores y algunos transeúntes curiosos. Uno de ellos fue quien llamó a los bomberos para que acudieran con urgencia. El lugar se fue impregnando con el olor de la tragedia.

Tras más de media hora de arduos y angustiantes trabajos finalmente los bomberos pudieron dar con los muchachos. Los dos más jóvenes ya estaban sin vida y el tercero, inconsciente fue evacuado presurosamente a la clínica cercana. El desplazamiento de tierra movió pesados trozos de pavimento que dificultaron las tareas de rescate. Pronto el lugar cobró la fisonomía de una zona de guerra.

A esa hora, en la redacción del diario no estábamos ocupando de organizar la información de la liga regional de fútbol, cuando nos llegó la noticia y la consternación se apoderó de nuestras humanidades. Cuando suceden acontecimientos trágicos en comunidades chicas, siempre alguna víctima es alguien que conocemos. Nunca antes la ciudad había sufrido una tragedia de esas características.

Esa tarde los medios de comunicación se ocuparon exclusivamente del tema. La oposición política copó la escena con acusaciones de irresponsabilidad e inoperancia hacia la administración municipal sin considerar su propia responsabilidad en el apoyo que había dado a la aprobación de la ordenanza en contra de los intereses de sus vecinos. Poco después se abatió sobre los medios, todos los medios, un blindaje mediático sostenido por la pauta publicitaria oficial.

En cuestión de horas fueron desapareciendo los testimonios de todo aquel que no fuera recomendado por la secretaria de Prensa del municipio.

En lo personal fui relevado del tema pues mi editor argumentó “que no estaba en condiciones ya que con la investigación en el tema de la ordenanza del gas natural había sido muy parcial”. Y así fue puesto que mi parcialidad se inclinó por poner al descubierto los contubernios entre la empresa y las autoridades municipales. Aunque no logré el efecto esperado. Ningún fiscal se ocupó a pesar de los claros indicios del delito en contra del bien común. Lo mismo estaba por suceder con este caso.

Aunque no pude tener la confirmación fehaciente de los involucrados supe que un grupo de no más de tres funcionarios comenzaron a contactar a los familiares de las víctimas y testigos bajo la supuesta tarea de recoger información para aportar a la investigación del sumario iniciado por el propio municipio. Pero en realidad lo que hacían era justipreciar cada testimonio según el daño que pudiera causar a la imagen del Intendente.

Hugo Albardo 25 años, casado, un hijo y Héctor Salinas, 22 años, soltero fueron los operarios que no lograron gambetear a la muerte esa fatídica mañana. Fabián Salgado, 34 años, casado, tres hijos, había logrado salir, pero el recuerdo de ese instante ocasionaría heridas incurables en su psiquis. Lo último que recuerda son los rostros, los ademanes y gritos desesperados de sus jóvenes compañeros. La imagen de ellos mirándolo con ojos desorbitados mientras los cubría la tierra le implantó un sentimiento de culpa que le provocó una inconmensurable angustia que no amainaba.

Al día siguiente un impactante cortejo fúnebre recorría, a pie y en un insoportable silencio, las calles de la ciudad hasta el cementerio local. En tanto la justicia iniciaba una “investigación para determinar las causas del siniestro”.

Y aunque no tenía asignada la investigación del caso, no pude sustraerme de la necesidad de conocer la verdad y, de a poco, fui involucrándome con las partes alcanzadas por la tragedia.

Así puede conocer el modo ruin con que los funcionarios municipales intentaban, y en algunos casos lograban, comprar la verdad de los sucesos. Por su parte la Asegura de Riesgos del Trabajo (ART), con una inconcebible impunidad, comenzó a instalar la teoría de la “irresponsabilidad de los operarios que no hicieron uso de los recursos preventivos”, que de verdad nunca existieron. En las ciudades con mentalidad pueblerina, sabemos que lo que se dice en los medios de comunicación nunca es cuestionado: “si lo dice la radio, es verdad.!” se suele escuchar aún en las verdulerías o carnicerías de barrio.

Reiteradamente insistí con mi editor que debíamos reflejar sin censura lo que estaba apareciendo como la verdad del hecho y que corría el riesgo de ser opacada por la corrupción. Y reiteradamente recibí la negativa fundamentada en amenazas de perder la publicidad del municipio que cubría un alto porcentaje del costo operativo del diario.

Muchos compañeros de otros medios también estaban condicionados por el aporte económico, entonces morigeraban aquellos datos que pusieran en evidencia las responsabilidades del gobierno municipal y de la aseguradora.

Las familias de los fallecidos recibieron la oferta de una importante “indemnización” financiada en gran parte por la aseguradora a cambio de desistir de acciones civiles para lograr la reparación económica que realmente les hubiera correspondido y superaba en varios ceros al indigno ofrecimiento.

Quien no aceptó la repugnante propuesta fue Fabián Salgado, el operario que se salvó. La tarde que lo entrevisté tomamos unos mates en la galería de su casa y lo vi muy demacrado. Había perdido mucho peso. En su rostro invadido por la tristeza y el brillo de sus ojos reflejaba el inocultable sufrimiento que padecía.

“Te voy a contar la verdad… te voy a contar lo que vi, lo que sé. Creeme que te voy a decir la verdad de lo que pasó, pero te voy a exigir que lo publiqués así como te lo voy a contar” -me dijo con voz quebrada por el abatimiento, pero con sonora indignación. Entonces le confesé mi situación en el diario, aunque le garanticé que de algún modo haría que se conozca su versión. De inmediato comenzó a hablar: “La tarde anterior le habíamos dicho al capataz que tendríamos que haber puesto el encofrado porque nos estábamos yendo muy abajo. Pero el hombre dijo que no iba a hacer falta porque la tierra estaba muy firme y no podíamos perder tiempo poniendo esas maderas a cada lado de la zanja… ni los travesaños para que no se junten las paredes quiso que pusiéramos”-y acercaba las palmas de sus manos graficando lo que describía- “Entonces con los muchachos esa tarde quedamos en que lo íbamos a volver a plantear al otro día. Pero cuando llegamos al lugar todavía no estaba el capataz y en seguida llegaron los del museo y cuando el jefe llegó los atendió primero a ellos. Y cuando se fueron yo estaba justo saliendo para hablar con él y por eso me salvé. Pero los muchachos no…” dijo e hizo una pausa con la vista hacia el techo- “Vos sabes -continuó- que me cuesta mucho dormir porque cuando cierro los ojos los vuelvo a ver a los muchachos, gritando y queriendo salir de esa pared de tierra que se les venía encima. Las caras, los ojos, los alaridos… no me voy a olvidar más, Alejo…”-me dijo con lágrimas que le recorrían ambas mejillas. – “Perdoname…”

-pidió mientras limpiaba con su arrugado pañuelo el rostro que en sólo tres meses había ganado más arrugas de las que cronológicamente debiera tener. “No sabés Alejo, la tortura que es esto. La sicóloga me dice que es normal y que lo voy superar de a poco. Decí que tengo a la Susy, mi mujer. Vos la conocés a la negra… Me está bancando como la mejor. Hay noches que me despierto gritando y traspirado, con el corazón que se me sale por la boca y ella, a pesar del susto que se lleva, me abraza y me dice que ya está, que ella está conmigo. Y no sabés que importante que es eso, amigo… -y surge el llanto- “…que en medio de la oscuridad alguien te abrace y te diga, suavecito, ¿que todo va a estar bien… Ves vo? -dice ya más tranquilo- “tengo una jermu que vale oro, chavón… todo el oro del mundo esa mina.”

Le pregunté por qué no aceptó el trato que le habían propuesto y comenzó tendiendo un manto de indulgencia sobre las familias de sus compañeros muertos.

-         Que querés que te diga. Yo no puedo opinar sobre lo que hacen o dejan de hacer. Es mucha guita la que te ponen en la mesa. ¿Y uno que nunca vió tanta guita junta se marea, viste?

-         Pero vos no te mareaste, no aceptaste.

-           No vayas a creer. Al principio te ponés a sacar cuentas rapidito de todo lo que podés hacer con esa guita. Pero si yo arreglo corro un riesgo muy grande…

-          ¿Por qué? No entiendo.

-         Mirá Alejo, yo sé, a pesar de lo que diga la doctora, que nunca más me voy a olvidar las caras del Hugo y el Hetitor. Las voy a ver por el resto de mi vida. Y si arreglo nadie va pagar por esto y ni van a hacer nada para que no vuelva a pasar. Sabés la cantidad de caras que se me van a sumar cada noche?

Cómo puede ser que los funcionarios no se den cuenta que se cagan en nuestras vidas, en la de nuestras familias. No Alejo, yo no puedo”

Luego me aportó otros detalles del deleznable comportamiento de funcionarios municipales, judiciales, de policías, de algunos dirigentes de su sindicato que le recomendaban que arreglara y destacó el apoyo y acompañamiento del secretario general y del gremial por la solidaridad y generosidad que le brindaron.

Cuando salí, le agradecí los mates, el pan casero con dulce y su testimonio, que, aunque regado con lágrimas se presentó muy valiente. El saber popular asegura que “valiente no es quien carece de miedo, sino aquel que aun sintiéndolo decide afrontarlo”. Y pensé entonces en la valentía de Fabián, que pesar de las presiones, amenazas, miedo, dolores se resolvió en dar lucha a la impunidad, al “todo se arregla con guita”, al “aquí no ha pasado nada”, a esa maldita costumbre de ocultar la basura bajo la alfombra.

Las siete cuadras caminadas hasta mi casa me dieron el tiempo necesario para reflexionar sobre lo que había escuchado y de modo especial el compromiso que había asumido con Fabián hacer público su testimonio.

Recordé que alguna vez alguien, en mi sindicato, me dijo que cuando el poder quiera invisibilizar algo que debe conocerse, entonces hay que ponerle un foco encima y se me ocurrió hablar con un amigo periodista de la Capital para ver si le interesaba el asunto y publicaba todo esto que me quemaba en las manos. Mi amigo accedió y dos días después la información se publicó bajo el título “Corrupción y negligencia sacuden al poder político de Villa Unión, Contundente testimonio del único sobreviviente de un supuesto accidente laboral” y la foto de Fabián con sus ojos tristes mirando la cámara y sus manos cruzadas sobre la mesa interpelando al lector.

Hoy, un año después se producen novedades en la causa y se reflejan en el siguiente artículo que me puse escribir con la secreta esperanza de poderlo publicar:

“Zanja de la Muerte”

Imputan por homicidio culposo agravado al Intendente Gilmar y a dos funcionarios municipales La jueza Nancy Bolgiani resolvió finalmente imputar al Intendente Mariano Gilmar, al secretario de Obras Públicas, Ingeniero Matías Diponte y al capataz Eusebio Riveros con los cargos de homicidio culposo agravado por la cantidad de hechos, negligencia y lesiones graves en perjuicio del único sobreviviente. La magistrada ordenó además se inicien de inmediato las actuaciones pertinentes para determinar si existió entorpecimiento y cohesión por parte de funcionarios municipales y de la Aseguradora de Riesgo del Trabajo contratada por el municipio.

Para la jueza Bolgiani, existen indicios claros de la existencia de coimas y acuerdos económicos coercitivos con las familias de los operarios Héctor Salinas y Hugo Alvarado, las víctimas fatales.

Cabe destacar que la causa cobró un giro favorable luego de la publicación del testimonio periodístico del único sobreviviente aparecida en un matutino de la capital de la provincia que luego replicaron distintos medios de comunicación de toda la provincia. El testimonio de Fabián Salgado puso al descubierto conductas impropias de funcionarios municipales y de la Aseguradora de Riesgos de Trabajo que según la justicia deben ser minuciosamente investigadas para determinar las responsabilidades que eventualmente correspondan.

Si se comprueban las responsabilidades endilgadas en la imputación el Intendente Gilmar podría afrontar una pena de 3 a 6 años de prisión e inhabilitación permanente para ejercer cargos públicos.

Durante la investigación se pudo comprobar que, en la fatídica mañana, teniendo conocimiento de la ausencia de medidas de seguridad, los tres niveles responsables ahora imputados, decidieron hacer continuar las tareas poniendo en peligro la vida de los empleados municipales.

La aniquilación de vidas humanas, de familias, y relaciones, aparecen como los daños colaterales de los que ningún organismo estatal parece hacerse cargo, aunque que sacudan el entramado social de comunidades como la nuestra.

Quien escribe estas líneas quiere rendir un homenaje al hombre que dio muestras de una férrea convicción en defensa de la honestidad y de la verdad y en un acto de valentía sin igual se tornó en el artífice para que la causa diera el vuelco que hoy la aproxima a la verdad de los hechos: Fabián Salgado, quien acosado por el estrés post traumático de aquella trágica experiencia se quitó la vida el pasado 30 de abril y será la tercera víctima, aunque nunca se lo reconozca”

Al cierre de esta edición se hicieron presentes en la redacción el contador de la empresa propietaria de este diario acompañado por un escribano quienes notificaron a Alejo Verón su desvinculación de la empresa y de inmediato procedieron a acompañarlo a la salida del establecimiento. Ante ello sus compañeros redactores, luego de una breve asamblea resolvimos completar la intención de Alejo y enviamos a imprenta el artículo que precede estas líneas y publicarlo.                                                                                                                                                                                  Como dice Alejo “una gota con ser poco con otra se hace aguacero”. ¿Aquí nuestras gotas… y las de ustedes?

Sergio Martín Coria – Trabajador de Prensa Periodista   - Villa Dolores Provincia de Córdoba.                            Primer Premio:  15° Concurso Sin Presiones “Expresión escrita la salud de lxs trabajadorxs”                                    Organizado por el Instituto de Salud Laboral y Medio Ambiente (ISLyMA)  – Córdoba – 2024

El jurado expreso: Crónica de un periodista que aprovecha su condición de tal para plantear dos problemáticas de salud laboral, la de los empleados de una empresa constructora de la línea de gas natural con todas las falencias, que llega hasta la muerte de dos operarios y la situación psicológica del propio periodista que por cumplir con su labor es despedido.

En su denuncia aparece la falta de equipo protector para los obreros y la falta de previsión del capataz para salvaguardar la salud de sus empleados.
Muestra diferentes problemáticas de como perjudica la salud, la ausencia de cuidados en el trabajo. Denuncia la historia de unos operarios en Villa Unión que murieron enterrados por una avalancha de tierra por no respetar las medidas de seguridad. Narrada por un periodista del pueblo que se cruza con todo tipo de actos corruptos y condicionantes para decir la verdad. Sin embargo, cuando la verdad se conoce e interviene la justicia, se logra frenar los actos de corrupción y que los responsables asuman su irresponsabilidad. También denuncia presiones políticas y económicas sobre investigadores, políticos, familiares de las victimas e incluso del propio periodista

 

 

 

 

 

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