Maestro de Isla

Comenzar en el mundo del trabajo implica dar inicio a una nueva etapa de la vida de las personas.

Mi primer día de trabajo estuvo signada por un cumulo de sensaciones producto de la ansiedad y las ganas de trabajar luego de haber estudiado durante 4 años el profesorado de maestro primario por elección y vocación.

Cuando me nombraron maestro de una escuela de isla cuyo recorrido demandaba seis horas de viaje desde la costa del rio ubicado en el llamado Quinto Cuartel de la ciudad hasta llegar al paraje denominado “El barrancoso”, en la cuarta sección de isla de la ciudad de Victoria, me sentí muy feliz y afortunado.

Mi traslado hasta allí se realizaba en canoa con un motor 4 y medio dirigida por un nutriero y pescador del lugar que tenía su familia compuesta por mujer y dos hijos. También había dos familias más que sus hijos fueron mis alumnos durante cuatro años en que duro mi estadía y trabajo en esa zona.

Fue mi primera experiencia no solo como maestro sino también como visitante de la zona de isla que jamás había pisado desconociendo ese mundo de soledad infinita, de rancho de adobe y paja, de gente que solo logra subsistir a través de la caza y de la pesca o curtiendo la piel de la nutria, del carpincho o de alguna iguana para vender e intercambiar por comestible con la llegada de algún barco para realizar el trueque.

Trabajar en esos lugares no es tan sencillo y simple, menos aún cuando no se tiene medios de comunicación vía telefónica u otros que permita comunicarnos con la ciudad en forma directa y fluida. También por la falta de centro de atención de la salud que allí es una utopía que existan de manera estable por la escasa población, que de más está decir que son personas que tienen el derecho de contar con un centro de salud ante cualquier emergencia, que no son tenido en cuenta y que con una escuela rancho precaria y un maestro ya es suficiente.

Los problemas que ponen en riesgo la salud de los habitantes de las islas son muchos y permanentes producto de la mala alimentación, de las condiciones climáticas como la humedad, el frio o el calor, que se traducen en dolores estomacales (gastritis, ulcera, colitis, etc), dolores de los huesos, el resfrío y tos constante de niños y adultos, la picadura de insectos o mordedura de víboras que son las más frecuentes y que a falte de medicamento y atención medica se puede llegar hasta la muerte.

En mi caso particular y como trabajador de la educación, designado como maestro de isla en una zona lejana e inhóspita los riesgos fueron múltiples y que con el paso del tiempo han dejado consecuencias en mi estado de salud con implicancias de enfermedades crónicas intestinal que aun padezco como consecuencia de la mala alimentación por la ingesta de alimentos pocos saludables a base de aceites, de grasas o el consumo del agua del río, que debía tomar por necesidad única e involuntaria para vivir.

Vale decir que también son frecuentes los trastornos emocionales a causas de la lejanía de la familia, de los afectos más queridos que se manifiestan en síntomas como la inseguridad, el miedo, en pensamientos negativos y que traen problemas a la hora de dormir reflejada en insomnios constante y duradero.

La ida y la venida en canoa implico también momentos de pánico que solo pude superar con el correr del tiempo cuando logre adaptarme a la corriente del rio, a su marejada por el soplo del viento, o a su remolino giratorio que producía angustia y miedo.

Sin lugar a dudas el viaje por el rio era el más tenebroso, más aún cuando la canoa se mecía con la incertidumbre y la sensación que en cualquier momento se daba vuelta campana o que tu cuerpo caía al agua quedándote con un nudo en la garganta a la buena de Dios.

Otro de los riesgos de vida o de muerte se producía cuando se desataba una tormenta oscura y cruel que te movía el rancho colándose por todos lados la lluvia y el viento sacándote de la cama para refugiarte y protegerte de la misma como única manera de abrazarte a la vida sin pena pero con gloria.

Cuantas veces se manifestaba alguna enfermedad ocasional que debía sobrellevar a fuerza del aguante y del sufrimiento hasta las lágrimas, cuando te atrapaba una intoxicación, un dolor de muela u oído, una gripe con fiebre, tos y mocos, o cuando la presión estaba a mil con sangrado de la nariz que te dejaba en cama y sin contar con la medicina necesaria para tal ocasión.

El tener que trabajar con tus alumnos frente al pizarrón en esas tierras húmedas lindando con el rio te van provocando enfermedades en tu cuerpo, la más frecuentes dadas en tu huesos que pueden darse en empeorar la artritis, o incrementar el asma y las infecciones respiratorias que puede acompañarte durante toda tu vida.

Todos los trabajos y las actividades de los trabajadores tienen sus riesgos que en algunos más, o en otros menos traen consecuencias en el bienestar de la salud, con enfermedades patológicas o de lesiones ocasionales sufridas en el lugar.   

En la docencia el mayor riesgo de enfermedad más comunes son la laringitis crónica, la insuficiencia venosa de los miembros inferiores, con el agregado psicológico de estos tiempos como el síndrome de “Burnout” o cansancio profesional, y el desgaste psicológica producto del estrés y de la carga emocional familiar, y de los miembros de familia de los alumnos.

El trabajo dignifica al hombre, y un sistema de salud digno de cuidado y prevención favorece al trabajador.

 

Oscar Daniel Vergara Jubilado Docente – Victoria – Entre Ríos - 

Relato del 14° Concurso SIN PRESIONES  Expresión Escrita de lxs Trabajadorxs                                                    Organizado por el ISLyMA , 24 de agosto de 2023

El Jurado Expresó: En la Isla, ciudad de Victoria, un maestro que transita por su primera experiencia laboral nos cuenta de un mundo que él no conocía y se atreve a explorar para comprender a fondo la realidad de esa comunidad con la cual transitará años de labor. Un relato que describe los aspectos centrales de la tarea docente y las consecuencias de enfermedades que se producen a causa de ese tránsito por la Isla