Historia de la Pandemia
Era el 23 de marzo de 2020, un día soleado de otoño, cuando en la televisión anunciaban que había un virus llamado Covid que asolaba a Asia, Europa, África y también estaba llegando a América.
Nos encerraban a todos en nuestros hogares salvo los trabajadores esenciales, para intentar cortar la circulación del virus, del que poco se sabía y para el que no existía vacuna.
En los hospitales no contábamos con elementos de protección personal (EPP) y hasta que se pusiera en movimiento la compra de los mismos tuvimos que improvisar. Comenzamos a buscar antiparras y máscaras de todo tipo, pero a falta de las mismas también vinieron bien las que usaban para cortar el pasto y se vendían en ferreterías.
Para estas compras fue empleado el dinero de los propios trabajadores que se vieron en la necesidad de invertirlo para salvar sus vidas.
También surgió el espíritu solidario de todo el pueblo, las mujeres que sabían coser nos hicieron batas y ambos para que nos pudiéramos cambiar. Los comerciantes donaban telas, las grandes empresas donaban plata para comenzar a comprar EPP, camas, respiradores, etc. Porque lo que venía era muy grande y no estábamos preparados en nuestro pequeño hospital de pueblo. Solo teníamos 4 camas equipadas con respirador para un partido de 22000 habitantes.
Fue por esos días en que comenzamos a atender a los primeros pacientes, primero llegaron los ancianos de un hogar, la mayoría perdidos y sin familias que luego de unos días con oxígeno lograron superar este virus.
En el laboratorio nos organizamos en dos grupos, para que si caía un grupo en asilamiento el otro pudiera seguir realizando el trabajo, nuestros resultados eran importantes para confirmar el diagnóstico y para tener un pronóstico, ya que era poco lo que se podía hacer. Y fue así como ante la atención de una paciente que no era Covid positiva al ingresar y se positiviso, fue el primer grupo a aislamiento. Quedamos 3 bioquímicas trabajando de guardia activa día por medio hasta que nuestras compañeras volvieron del aislamiento.
Cada trabajador del laboratorio llegaba a su casa y luego de pasar por una gran desinfección iba corriendo al baño a bañarse, es que en nuestro trabajo no tenemos baño con una ducha. Dejamos de ver a nuestros padres y amigos, para no llevarles el virus sin querer. No solo teníamos miedo por nosotros sino por nuestros seres queridos.
Llegaron los meses de mayo y julio y ya no solo llegaban los adultos mayores sino personas jóvenes, si eran obesos el virus se los devoraba. Y entonces las caras eran conocidas, era gente de nuestra misma edad, con hijos compañeros de los nuestros, los que perdían a sus padres o madres. Y teníamos que seguir con un corazón de roca, dando ánimo a los enfermos y a nuestros hijos que nos preguntaban si el papá de fulano también iba a morir como el de mengano, sin saber bien que responder más que recemos para que fulano pueda salir. Nunca en mi vida di tantas medallitas de la virgen milagrosa.
Porque en todos esos días, me di cuenta que si lográbamos cambiarle la idea al paciente que se iba a morir tenía más chance de sobrevivir. Así que me transforme en una misionera tratando de llevarles esperanza, los pacientes quedaban asilados sin ningún contacto más que un teléfono o los trabajadores que los asistíamos, había que cambiarles la idea de que se iban a morir.
Pasaron los meses y ya nos fueron liberando del encierro y asilamiento, estaban probando algunas vacunas. Todos seguíamos con barbijos y alcohol en gel.
Llegaba fin de año, la gente estaba cansada y esperaba las fiestas para poder celebrar la vida con su entorno más cercano.
Me toco la guardia del 31 de diciembre y recibir el 2021 en el hospital, con la esperanza de que este año que comenzaba fuera mejor, faltaba pocos días para que recibamos una vacuna. Hasta el momento no me había contagiado de Covid.
Dejo la guardia con un estado de alergia, paso por mi casa y mis hijos me comentan que el abuelo no había querido cenar con ellos porque no tenía apetito. Llamo por teléfono a mi mamá y me dice que tiene un resfriado.
Me hisopo por mi estado de alergia y el test rápido da negativo, por lo que me hisopan para PCR y debo esperar aislada tres días a que lleguen los resultados de Bahía Blanca. Llega el resultado de PCR negativo. Consigo un saturometro y voy a medirle la saturación de oxígeno a mi madre, le daba 94% por lo que me quedo tranquila. Mi papá que seguía sin ganas de comer me pide que le mida, para mi sorpresa su saturación era 89%, llamo a mis compañeros de guardia y me dicen que vaya cerca de las 15hs que estaban terminando de limpiar uno de los box de atención.
Llegamos a la guardia con mi padre y dejamos a mama con nebulizaciones de ibuprofeno, aunque no se había hisopado sabía que el covid había llegado a nuestra familia. Luego de que lo hisopen a papá y que diera negativo el test rápido, lo vuelven a hisopar para PCR y le sacan la placa. Tenía una neumonía bilateral y debía quedarse internado, esperamos hasta las 22hs en el box de emergencia hasta que nos llevaron a la única habitación libre que quedaba. Cerca de las 0hs mi papa estaba con oxígeno y se sentía mejor, así que lo deje prometiendo volver a las 6hs.
Por la mañana regreso con mi barbijo y espero a que pasen los médicos, al verme me dicen que me tenía que asilar porque había estado con mi papá solo con el barbijo, no me había vestido completa (bata, antiparras, barbijo n95 y mascara). Podía elegir aislarme en mi casa sola, con mi mamá en su casa o con mi papá allí en el hospital. Llame a mi madre y decidimos que lo mejor era que me quedara con mi papá, ella prometió llamarme si se sentía mal o el saturometro daba menos del 92%.
Mi marido y mis hijos no tenían que aislarse porque no habían estado en contacto con los abuelos, por lo que mi marido sería el encargado de logística, alcanzar cosas a la puerta de mi mamá y a la seguridad del hospital que me dejaría las mismas en la puerta de la habitación.
Pasaron tres días y llegaron los resultados de mi papá, la PCR positiva, me los envía una compañera a mi teléfono. Nunca olvidare los ojos de mi papá cuando le dije, su cara fue un bueno ahora me muero. Pero como la experiencia me había enseñado yo solo le dije:” Papá vamos a olvidarnos de este bicho de mier.. , solo vamos a pensar que tenés una neumonía, vamos a hacer todo lo que nos digan. Si ya saliste de una cuando yo era chica de esta también vamos a salir.”
Pasaron siete días, mi mamá iba mejorando en la casa, por la mañana la llamaba una prima que vive en el sur y por la tarde una prima de Buenos Aires, ambas me pasaban el parte por WhatsApp. Con papá fuimos mejorando de apoco y luego de que no requirió oxigeno por 24hs nos dieron el alta.
Papá y mamá se quedaron terminando el aislamiento en su casa y yo regrese a aislarme en el garaje de mi casa por 14 días más, cuando iba en el día 13 comienza a sangrarme la nariz. Como sentía media pesada la nariz y había hecho unas líneas de fiebre voy a consultar a la guardia. Me vuelven a hisopar dando negativo el test rápido y la placa indica que estaba haciendo una neumonía bilateral. Regreso a mi garaje con todas las indicaciones y remedios que le habían dado a mi papá y el saturometro. Pase los 7 días de tratamiento y en el medio llego la PCR negativa.
Al regresar al hospital, después de un mes de no vacaciones, me sacan sangre para hacerme anticuerpos, los anticuerpos dieron por las nubes, lo que indicaba que fui uno de los casos que tuvieron Covid con hisopados negativos.
Luego de 15 días de volver al hospital me pude vacunar. Después de esta, fue otra la historia.
Carina Arrizabalaga - Bioquímica laboratorio Hosp. Municipal Dr. Pedro Ecay – Carmen de Patagones –Provincia de Buenos Aires.
Relato del 14° Concurso SIN PRESIONES Expresión Escrita de lxs Trabajadorxs Organizado por el ISLyMA , 24 de agosto de 2023
El Jurado expresó: Nos encontramos con una postal de la pandemia, una más y a la vez una singular. La historia de una bioquímica que nos muestra lo cotidiano del trabajo, que abre una puerta para volver a mirarnos en el espejo de ese tiempo de incertidumbre y profundo dolor en la humanidad.