Título: El juego del hambre
“No solo lucha contra la injusticia quien la padece, sino también quien la comprende”
Agustín Tosco
Tiempos difíciles encienden pasiones, miedos, incertidumbre, pone en juego los valores más profundos y eso era lo se dejaba traslucir en el wsp de la mesa directiva de mi sindicato .Entrabamos en el segundo aislamiento obligatorio, estaba vez nos pesa la vivencia del primero, ya no somos las mismas, muchas perdimos trabajo, seres queridos y se hace carne nuestra vulnerabilidad.
Nuestra secretaria general venia de avisar que todas las trabajadoras en casa particular no debían ir a trabajar, salvo la categoría 4 que son las cuidadoras y niñeras. Había cumplido con su función, el informar y aun así llovieron los insultos, a través de las redes, pero también las propias compañeras que atacaban, que irían, que no podían cobrar sin trabajar, que no era justo ¿no era justo? y se me estrujo el corazón.
¿Qué nos pasaba que a 8 años de la ley costaba vernos como trabajadoras? ¿Quién nos hizo creer que no teníamos derecho a la salud?¿Cuán fuerte era el miedo al miedo?¿En qué habíamos fallados’?¿Qué nos faltó como colectivo?¿qué precio tiene la vida? ¿Qué era aquello que no frenaba, ni siquiera el hecho de poder contagiar nuestros seres queridos? ¿Es la resignación acaso? ¿Estábamos tan enajenadas?¿Qué es aquello que nos disciplina tanto?
Pero podía yo juzgar que al comenzar la cuarentena tenía tres trabajos de limpieza y hoy solo tenía una sola casa de familia, que perdí mi fuente de trabajo al avisar que era caso de contacto estrecho de Covid 19, de uno de mis trabajos .Al final me dio negativo pero la respuesta al proteger la salud de mi empleador, fue el despido y la promesa que después de la pandemia volvería.
Si, después si sobrevivían, si aún estaba con fuerza, si…si a pesar de las pérdidas, podía sobrevivir había una promesa, no escrita totalmente informal.
Miraba los discursos que habían poblado las redes de empatía, que seriamos mejores como humanidad, que esto que aquello.
¿Yo acaso podía señalar a una compañera como “carnera”? ¿Me podía olvidar de las compañeras desalojadas, de su hogar que alquilaban por no poder pagar? los mensajes pidiéndome trabajo, o las compañeras que no pudieron pagar internet, para seguir estudiando ¿Podía olvidarlas?¿Podía señalarlas?¿Qué hacía con mi contradicción de laburante y mujer-sindicalista? en qué vereda me ponía, sin caer en la victimización que no es el camino sin dudas ¿Dónde quedan las conquistas laborales?
¿Acaso no estaba hiriendo y a la vez hiriéndome al señalar? ¿No es el juego del neoliberalismo del pobre contra el pobre? Podíamos acaso justificar mi accionar bajo el hashtag : #si mi trabajo me Da de comer soy esencial, es la única manera de seguir ¿es acaso la supervivencia del más fuerte la única salida? ¿Qué precio tiene la vida? ¿Dónde queda la humanidad?
¿No es un deber el cuidar? ¿Cuándo empezó la carnicería? Se’ sin dudas que los únicos que perderemos somos los de abajo, los que nos obligan a asistir al trabajo sin ni siquiera estar registradas, es más las estadísticas actuales dicen: que de cada cuatro[1] trabajadoras en casa de familia tres no están registradas, por lo tanto no gozan de ningún derecho.
Como romper con ese mito de que somos , “casi de la familia” cuando todas hemos vivido o visto en nuestra familia, en nuestras madres envejecer y quedar en mano de Dios, sin ni siquiera una jubilación después de años de servicio.
¿Cómo cuidar al que cuida? dentro de este sistema plagado de meritocracia ,y discursos que se meten en nuestras vidas, no es el trabajo quien dignifica ,es el hombre el digno .¿Acaso el trabajo es un sujeto que abraza , besa y lucha?. ¿Qué es capaz de ser solidario, de tener valores?
¿Cuándo comenzó este juego egoísta de sálvese quien pueda? por qué yo aún estoy dispuesta a sumarme a otra alternativa, como los que hacen las ollas populares, que llenan no sola la panza, también el alma.
Quien esté libre de contradicciones, tiré la primera piedra, acaso no es otra cosa, que la misma humanidad, entre lo que siento y debería ser, lo que, si quiero ser clara que por ello no dejo de valorar la resistencia hacia la explotación y de ser crítica hacia la necesidad de tomar decisiones que mejoren de una vez por toda nuestro trabajo.
Son complicadas las luchas me dijo un viejo sindicalista, paciencia, paciencia, aun me digo aquellas palabras, cuando quisiera que se aceleraran los tiempos.
Por qué a pesar de todo, de la incertidumbre, del trabajo colectivo que no es fácil y se construye cada día nada mejor para explicar mi posición que, aquella canción que dice:
¿Quién dijo que está todo perdido?
Yo vengo a ofrecer mi corazón.
Marcela Muñoz – Paraná – Entre Ríos Trabajadora empleada de casa de familia – Sec. Gremial del Sindicato.
Relato del 12° Concurso Sin Presiones Expresión Escrita de lxs Trabajadorxs
Organizado por el ISLyMA – Córdoba setiembre de 2021
EL JURADO EXPRESO : Cita: “¿Qué nos pasaba que a ocho años de la ley costaba vernos como trabajadoras?” Durante la pandemia, la encrucijada entre salud y trabajo es un dilema de muchos y muchas. El universo de las empleadas domésticas es el disparador para preguntas sin respuestas. La autora insiste en el consejo de ‘un viejo sindicalista’ cuando le dijo: ‘paciencia, paciencia’.
[1] Estadística de la OIT Argentina campaña #estrabajonoesayuda