Título:
“Cuando la docencia duele”
Muchas veces consideré mi profesión y rol docente como una maravillosa estrategia para sostener la calidad en el recurso humano de enfermería. Pensando siempre que para eso, bastaba con que el ser docente fuese una profesión marcada por un trayecto formativo que mejorara la propuesta educativa institucional. Creí pertinente la planificación curricular, los organigramas de clases, las propuestas didácticas mejoradoras, pues era, para mí, la responsabilidad social adquirida con la docencia y con la enfermería y que por supuesto merecía de la preparación académica.
Mi intencionalidad era la formación de profesionales con la mirada puesta en la salud pública, trabajando sobre los determinantes del proceso salud y enfermedad.
Hasta allí mis acciones docentes iban paso a paso. Pero de repente, nos atravesó una situación extraordinaria, de alto impacto y tan peligrosa como una pandemia. Pandemia que azotaba cada rincón del planeta y ponía en jaque todos los sistemas, el de salud, los económicos, el área de producción a nivel mundial estaban siendo movilizados. Nuestra vida y rutinas se trastornaron. También y como no podía ser de otra manera al sistema educativo sintió el coletazo. De repente, mi escuela, (y la llamo mía porque así la vivo y siento) también se vio afectada y un día su puerta debió cerrarse para que toda la comunidad educativa se cuidara de tan dañino virus.
Pasan las semanas y creíamos que volveríamos pronto, otra más y otras más. Nos ganó la angustia y la desazón. Llegaban a mi celular los mensajes y las dudas: ¿Qué hacemos? ¿Cómo seguimos? , ¿Perdemos el año?, ¿Nos recibimos en diciembre? Cientos de mensajes con mucha carga de emociones.
Allí cuando empiezo a re- organizar la nueva vida virtual, en búsqueda de sostener el contrato pedagógico, comienzan hacerse sentir los sinsabores de la inequidad en la escuela, en la educación.
El no acceso a una Tablet, a una computadora, o hasta un celular; ¿”como no tienen un celu como la gente?” dijo una vez un colega. Latigazo al alma fueron esas palabras.
De repente la docencia me empezó a doler.
Teníamos pensado una manera de hacer las cosas: Educación virtual a distancia. La distancia y la virtualidad no eran justas, ni alcanzaba a todos, no había equidad en el desarrollo de ese acercamiento on line.
Debía mostrar cómo seguir aprendiendo ” a ser enfermer@s “ a mis estudiantes con ese contexto y que con dolor me decían: ¡profe o le cargo datos al celular o les doy de comer a mis hijos!
Los obligaba indirectamente a salir a “pedir prestado una compu” para hacer un trabajo práctico, que se les pedía con fecha de entrega con un límite inamovible, se les reclamaba que estaban en nivel superior y que debían tener lo necesario para seguir en carrera.
¿Cómo seguir educando si nos costaba a nosotros aprender a humanizar la enseñanza?
¿Cómo decirles que pueden seguir aprendiendo en esa situación donde algunos estudiantes quedaron sin trabajo?
¿Cómo darle una clasificación a un trabajo, cuando no se puede poner una nota al sacrificio que hacía para completar una consigna virtual?
Y me preguntaba, ¿Qué tiene de superior la propuesta en esta situación?
Soy docente universitaria en una Carrera de nivel superior dice mi currículum vitae, Nivel superior que debía gozar de valores éticos, pero con esa misma ética en juego, como docente tuve que reinventar muchas cosas y negociar otras tantas. Hacemos zoom, “te grabo profe para los que no entran” me dice un alumno solidario, hacemos videos, Mándame el TP en fotos, en audios, en Word, en papel, por mail, por Facebook…. pero siempre agregando “hacelo, pero cuando puedas por favor”…
Decir a veces les envío un PDF o un PowerPoint, revisen sus mail…y también a algunos decirles por privado te envío una carga virtual para que sigas… Para que no te dejes vencer… Vamos que podemos juntos repetía una y otra vez; tal vez me quería auto convencer.
Por momentos me desmoralizaba y deprimía, pues me agotaba todo, me pesaba todo. Pero me secaba las lágrimas y volvía más fuerte, porque entendí y acepté que enseñar no es solo transferir conocimientos, se trata de saber sostener y abrazar las almas de cada estudiante que vale más que enseñarles una técnica.
Cada día nuevo, me las pasaba buscando formas de crear las condiciones necesarias para que los alumnos aprendan a pensar y construir su propio conocimiento del mundo que les rodea. Aún en la precariedad estructural para una carrera como ésta. Y dábamos un paso y dos para atrás de repente mis alumnos de nivel superior ya no tenían sus empleos, o porque algunas de mis estudiantes son víctimas de violencias. Y me duele porque a veces necesitaba pedir un trabajo práctico y algunos de mis estudiantes ya no tenían más ni acceso a internet ni la computadora…y hasta les cortaron la luz.
Duele la docencia cuando no puedo darles la misma calidad educativa que otras escuelas. Duele no contar con recursos para dar la más alta calidad educativa. Sobre todo porque sé que los estoy formando para ser parte de los equipos de salud.
Nos angustiamos y lloramos, algunos abandonaron, y no saben cómo duele, porque para muchas estudiantes mujeres (en su mayoría) está carrera podía significar un cambio en la vida de hijos, padres, familias. A veces pienso ¿Por qué debo darle pelea a las inequidades? Y cada vez, éstas se potenciaban más.
¡No saben los ministros cómo duele la docencia en estos lados! Y mucho.
Duele la docencia, pero tengo fortaleza y resiliencia para enseñar en la inequidad, porque amo lo que hago, porque mientras enseño, yo aprendo. Yo solo ¡quiero enseñar! , quiero que mis estudiantes sean el día de mañana excelentes profesionales y para eso debo crear condiciones dignas de estudio, y para eso debo ayudar a cargar mochilas de vida que pesaron mucho en esta cuarentena, y sin darme cuenta me transformé en una víctima más de un sistema que aprovechando una pandemia genera sus efectos indeseados.
Un Mundo Mejor con Educación es posible se lo digo a mis estudiantes, y vamos trabajando, gestionando por la calidad educativa juntos, sosteniéndonos como comunidad.
Y de repente le ponemos el alma, el cuerpo a la Escuela, de repente tu colega docente entiende el proyecto y acompaña, tus coordinadores se suman son guían en la oscuridad y te sostienen y nos quedamos en la retaguardia para esperar los avatares y darle pelea a la crisis. Ganamos algunas.
Ser docente de nivel superior te re-construye. Solo basta amar lo que haces.
NORA PATRICIA ROMERO LIC. EN ENFERMERIA – DOCENTE UNIV. (ESCUELA ENFERMERIA) CORDOBA – CAPITAL
Expresó el Jurado: La historia cuenta la experiencia de una profesional que deposita sus expectativas en la formación de lxs profesionales de la salud pública como modo de apostar a la mejora de la calidad de profesionales en el sistema de salud. Pero, llegó la pandemia. Y con la pandemia, se hicieron sentir los coletazos también en el sistema educativo. “¿Cómo seguir educando si nos costaba a nosotros aprender a humanizar la enseñanza?
Un relato que nos transmite el dolor y la impotencia de las desigualdades que se da en el sistema educativo, y vivencian los docentes, especialmente quienes se forman para ser parte del sistema de salud. Pero también la resiliencia como posibilidad de reconstruirse, de caminar junto a otros que comparten un proyecto común: el de una educación de calidad donde estén todxs involucrados. Como dice su autor/a: ser docente de nivel superior “te reconstruye”, con ese empuje que da la pasión por lo que una/o hace. Un testimonio esperanzador de nuestros días.
11° Concurso “SIN PRESIONES” Expresión Escrita de los Trabajadorxs - Organizado por el ISLyMA – Córdoba 2020