Título: A las doce…
A las doce…todo en su lugar
Si, como en un cuento, pero real donde las cenicientas nunca dejan de correr detrás del reloj y de sus obligaciones, un cuento diferente donde la calabaza rara vez se transforma en una flamante carroza ni los zapatitos son de cristal.
Debo reconocer que a veces los mundos se mezclan como mi amiga Laura en su foto de facebook corriendo por punta del Este, parecería que todo a su edad es posible, lo que nadie sabe es que es niñera, que viaja junto a sus empleadores. Qué en su tiempo libre sueña ser como las demás y hundirse en el azul del mar, sentirse una igual por un instante.
Qué suerte dirán alguno, pero en verdad ¿es suerte esperar que caigan las migajas de la mesa? Es lo mismo poder elegir y ser dueño de tu tiempo que tener que esperar que te cedan un espacio? No, no es lo mismo, los espacios vividos por quienes pueden transitar en ellos y quienes transitamos por trabajo es mirar de lejos como dice ese famoso tango de Discepolo “de chiquilín te miraba de afuera
como a esas cosas que nunca se alcanzan.”.
Si a las doce todo estará en su lugar y desaparece la línea delgada pero a la vez inmensa de quién es y quien no llega, hay tres miedos para esta trabajadora que hoy escribe en este papel, le teme; la vejez, él desempleo y las vacaciones/festividad…..de los patrones, no a las propias, es más me atrevo a confirmar que mis compañeras trabajadoras en casa de familia comparten algunos de estos miedos conmigo.
La odisea de la navidad, esa búsqueda por las tiendas y mi flaca billetera nuevamente, la diferencias se notan y miras a tu pibe que otro año más deberá tomar con alegría aquello que se puede, una remerita, un par de medias y que bronca produce y crece desde chiquita (yo)pensaba que alguna vez esto cambiaria .
Y después de pelear con la billetera llegando al límite o endeudarnos buscando en vano acortar esa brecha tan grande de la “noche buena”, te topas con las vacaciones y otra vez me peleo conmigo, si otra vez vuelvo a mi infancia a las vacaciones patronales donde María- mi madre, tenía que hacer malabares por que la dejaban sin esa changa hasta la vuelta de sus empleadores. A mí me pasa lo mismo hoy desear “buen viaje” y volver a casa ¿esos quince día o mes que viajaran mis empleadores a Europa que hago? ¿Cómo hago para existir?¿quién pagara mis deudas?.
Traigo a mi memoria a mi amiga quien se desayunó este Enero con dos despidos ,uno en” año nuevo” y el otro en “Reyes”, sí tengo miedo y lo admito por que los primeros en pagar la crisis somos los de abajo.
Porque en estas fechas donde unos salen otros se quedan y se quedan…yo diría que se transparentan las grandes diferencias, algunos corren para ganar unos pesos donde otros disfrutan su descanso, es un correr constante donde estiran las manos para abarajar y rasguñar unas monedas.
Y es difícil pensar con este panorama la resistencia, pero es innegable la inmensa desigualdad que perdura y nadie visibiliza el pibe que vende flores, pelota playera, las carpas de comida, etc. amontonándose en las rutas.
La ciudad tiene su propio muro también del cual no se hablan, los trabajos de verano en las cocinas, la búsquedas de mozos y demás, pero claro todo dura tan poco, pero desnuda su rostro la precariedad, que cada día el ejercito de desocupados se acostumbra como aquel mal esperado, se escucha la resignación o casi como un credo las palabras “mejores tiempos vendrán” y agradeciendo la changa, el trabajo en negro por que “algo es algo” y pasan los años.
Hablando con mi amiga y compañera de trabajo entre mates me cuenta que debe cuidar la casa de su patrones, claro que de repente se le escapa que no le pagan por ello, creo que mi rostro de sorpresa demostré sin querer esa indignación cotidiana de las vivezas criollas de algunos. Vos sabes me dice casi haciéndome cómplice, que en mi casa somos muchos ¿es como descanso me entiendes?…si te entiendo, pero me duele.
La desigualdad me duele, el abuso me da bronca, pucha que cierta esa frase de Rousseau,” que ningún ciudadano sea tan rico como para poder comprar a otro, ni ninguno sea tan pobre como para ser obligado a venderse”. Claro a vender su tiempo, su vida o ceder por un instante de descanso, sus derechos.
Hay tantas maneras de comprar al otro, de adueñarse, de despojarlos de sus sueños de desarmarlo, si, pagando a “precio vil” disfrazados de favores o “regalos” encubriendo la explotación y el abuso ante el miedo de sumarnos al ejército de hombres que quedan a la deriva de un sistema que cada día nos hace más desechable.
Con los años mis miedos se hacen cada vez más presentes y lo que ayer parecía poder cambiar se aleja de mi por eso hablo, de mis miedos como trabajadora en casa de familia.
Porque en los cuentos el final es diferente pero en esta vida , Laura volverá de sus vacaciones y le contara a su familia aquel paraíso donde la llevaron, si todo volverá a su lugar ,mi amiga a su humilde hogar y donde muchas “Marías “ harán malabares hasta esperar que vuelvan sus empleadores……….y que te vuelvan a contratar
Si a las doce de las noche…todo vuelve a su lugar y la carroza se vuelve calabaza.
(Juana )
Irina Muñoz – Trabajadora casa de familia – Paraná
(Mención 8º Edición 2017 – SIN PRESIONES: Concurso de expresión escrita la salud de los trabajadores/as)