El cambio de mi vida / Segundo Premio / 5to Concurso “Sin Presiones”

Cuenta la experiencia del primer trabajo en la panadería de una cadena de hipermercado, la relación con los compañeros, jefes y dueños de la cadena. Rescata la importancia de los lazos construidos en el ámbito laboral y familiar como sostén para los trabajadores.

Seudónimo: Celeste
Valeria Sigeli – Ciudad de Córdoba.

SEGUNDO PREMIO:

* Título: “El cambio de mi vida”

Me llamo Celeste y soy Síndrome de Down. Me interesó participar en este concurso para que otros conozcan qué hago en mi trabajo. Como no sé escribir mucho, le pedí a otra persona que lo hiciera, respetando lo que yo le iba contando.

Fui a una escuela especial en la que aprendí, entre otras cosas, a manejarme con independencia y un oficio. Desde que estaba en el colegio, hice varios trabajos que se les llama pasantías laborales y, una vez que egresé, me tomaron en el híper a donde aún sigo trabajando (¡hace 13 años que estoy!).

Al principio estaba en el área de comida y me gustaba porque estaba en contacto con la gente (con otros compañeros y el público). Todos me trataban igual que a cualquiera, sin hacer diferencias. A veces me cruzo con personas que conocí allí y aún me reconocen y me saludan con cariño. También estuve en la parte de reposición de la mercadería y mi tarea era poner las etiquetas en las bolsitas de los panes, una vez que salían de la panificadora, y los acomodaba en la góndola. Allí también estaba en contacto con el público y con otros compañeros de trabajo.

Ahora sigo en el área de panificación pero adentro, fuera de la góndola. La tarea es colocar el pan en los canastos una vez que sale del horno; somos varios compañeros y nos llevamos muy bien. Alrededor de las 9 horas, cuando ya salió el pan y lo acomodamos, nos vamos todos juntos al comedor a desayunar. Podemos servirnos de todo (café, mate cocido, facturas,…) y compartimos ese momento; algunos de los chicos se van a otro lado pero yo y otros nos quedamos ahí y, de paso, no gastamos porque esa comida nos la da el híper.

¡Me gusta llegar a horario! Trabajo cinco días de los siete que tiene la semana, siempre a la misma hora, no me rotan. Entro, todos los días, a las 8 y salgo a las 13, cinco horas por día. Ni bien llego, me cambio de ropa: pantalón y chaqueta blanca (el híper nos da dos mudas de la ropa del trabajo) y a mí me permiten estar con zapatillas blancas porque los zapatos del uniforme son muy pesados y a mí, que tengo los pies gorditos, me hace mal estar tanto tiempo parada con ese peso.

Como el híper abre también los sábados y domingos a mí los francos me tocan los miércoles y jueves, es decir que esos días no trabajo. Pero hay un domingo al mes que no tengo que ir y me lo avisan con tiempo porque, entonces, tengo que ir un jueves.

Con todos me llevo bien; cuando llego cada mañana les doy un beso a las chicas pero con los varones el saludo es una palmada con la mano abierta y luego con el puño. Con el encargado también me llevo bien, es piola, tiene más o menos mi edad; una vez cada tanto nos reúne a todos para indicarnos las cosas que hay que hacer y decirnos cómo estamos trabajando. Una sola vez, hace tiempo, me retó porque “dice” que yo contesté mal a no sé quién pero yo no me acuerdo bien. Si tengo algún problema yo hablo en Recursos Humanos para saber y allí me dicen las cosas y también la hablan a mi mamá para explicarle a ella.

El gerente también es bueno, va por todos lados pero mira así, por arribita; empezamos casi juntos a trabajar y, al principio, venía acá a mi casa a preguntarle a mi mamá cómo tenía que tratarme, cómo tenía que decirme las cosas,…, porque era la primera vez que trabajaría con una chica como yo. Mi mamá le explicó que yo era como cualquier otra persona, es decir que me tenía que dar las tareas a realizar y decirme las cosas como a los otros porque yo entiendo cuando me hablan y sé hacer lo que me explican ¡Y así fue!, poco a poco él fue aprendiendo a cómo manejarse conmigo y yo tranquila porque a mí me gusta trabajar y me llevo bien con los otros compañeros y jefes.

Hace un par de años vinieron unos franceses que son los dueños del híper. ¡Hasta en mi casa estuvieron! Como yo no hablo el francés y mi mamá tampoco, una señora traducía la conversación; muy amables y simpáticos eran. Estuvieron toda una tarde acá en mi casa y trataban de convencerme que era mejor que no trabajara, que me quedara en casa con mi familia, que les diera la oportunidad a otros chicos,… Finalmente me preguntaron qué era lo que yo quería, cuáles eran mis intereses y mi respuesta fue simple y segura: “a mí me gusta trabajar, yo quiero trabajar” ¡Parece que ellos son los que se convencieron porque sigo en el mismo lugar de trabajo y no tienen ninguna queja de mi desempeño!

Y a mí me gusta lo que hago, ganar mi sueldo, manejarme sola,… ¡¿Qué haría, sino, acá en casa todo el día?! ¡Me aburriría y tendría que pedirle plata a los otros hasta para comprarme un helado! En cambio, salgo a trabajar todas las mañanas y sé que a fin de mes cobro lo mío y con mi sueldo, compro mis cosas, ayudo a mi mamá y a mi papá a pagar algunas cuentas (la luz, mi celular,…), le compro regalos a mis sobrinos,… ¡me doy mis gustos!

Las salidas que hago son con mi grupo de amigos; vamos a bailar o nos juntamos a tomar algo. Con mi novio nos vemos acá en mi casa (¡ocho meses que estamos de novios!), vamos a tomar un helado,… Con mis compañeros de trabajo nos vemos en distintos eventos que organiza el híper o entre nosotros; por ejemplo, ahora para el 1º de mayo, nos juntamos en la casa de una de las chicas y a mí me busca otra compañera y luego me trae de vuelta. Para fin de año, el híper organiza una fiesta en un boliche y para los cumpleaños nos regala una torta que compartimos en el lugar de trabajo, entre todos. También para fin de año, el híper nos regala unos tickets de compras (en vez del bolsón navideño) y sobre el importe total que gastamos y pagamos con los tickets, nos hacen un descuento del 25 %. ¡Ese beneficio es para todos los empleados y no sólo para mí!

Me pagan como a todos, tengo mi tarjeta del banco y voy y saco mi plata. Me acompaña una sobrina hasta que aprenda bien a manejar el cajero. ¡Ir sola me asusta un poco! Sé poner mi clave pero siempre hay gente esperando y me parece que si no hago rápido las cosas el cajero se va a tragar la tarjeta (¡ya me pasó una vez con mi mamá!) y eso me pone nerviosa. En Recursos Humanos me dan los recibos que yo los firmo y los guarda mi mamá. Los otros días me dieron como cuatro y no entendí bien por qué tantos así que mi mamá habló y le explicaron que me estaban pagando las vacaciones.

También tengo aportes a una ART por cualquier cosa que necesite. Hace unos meses, al salir del trabajo, me atropelló un auto porque el conductor iba hablando por celular y no me vio; tampoco se detuvo para ver qué me había pasado. Me asusté tanto que ni bien me levanté, con todo un brazo raspado, vi el colectivo y corrí para tomarlo; se acercó un señor en auto ofreciéndome traerme a casa pero yo no quise porque mis papás me enseñaron que no me vaya con ningún desconocido. Al llegar mi mamá a casa y verme tan asustada y golpeada, habló a Recursos Humanos contando lo que había sucedido; enseguida mandaron al médico y me dieron unos días de licencia.

El año pasado, en diciembre, mi mamá estuvo internada en terapia intensiva. Yo fui a trabajar lo mismo pero se ve que no estaba muy bien porque mis compañeros y jefes me preguntaban qué me pasaba (¡yo soy de conversar mucho y esos días estaba calladita!) y yo no les contaba nada. Uno de mis jefes habló a mi casa y ahí se enteró que mi mamá estaba en el hospital; enseguida habló conmigo y en Recursos Humanos y me dijo que me correspondía hacer uso de una licencia por 10 días y la ART me la otorgó sin problemas.

Ya les conté que también me gusta manejarme sola y, hasta que cambiaron los ómnibus, me iba y me volvía sola al trabajo. Ahora sacaron la línea que pasa por la otra cuadra y me dejaba en la puerta del híper así que, por ahora y hasta que aprenda los nuevos recorridos y las nuevas paradas, mi papá tiene que llevarme en auto y luego buscarme. No me parece bien molestarlo a él porque a mí me gusta llegar bien tempranito (¡a las menos diez ya estoy!), haga frío o calor, llueva o no, sin depender de otro aunque sea mi papá.

El trabajo siempre fue para mí muy importante porque significa un cambio de mi vida: me gusta todo, aprendo lo que hay que hacer, me llevo bien con todos y, fundamentalmente, me hacen sentir bien.

Celeste

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