Título del relato: La muerte se viste de rosa. (*)
( 2º Premio SIN PRESIONES 2015)
Dicen que por las noches aflora el inconsciente pero esa noche de guardia fue mucho más que eso…. allí estaba yo en esa habitación. Me costaba concentrarme. Nietzsche supo decir que “cuando peleas con el abismo, el abismo también te mira a ti”. Atónita observaba, luchaba con mis monstruos, mis pensamientos, mis preguntas. Era una noche cálida de primavera pero en esa habitación se sentía el frío de 31 inviernos. Yo estaba confusa, mis sentimientos me estaban jugando una mala pasada. Ella encontró la muerte en su propia casa. La ataco por la espalda. Dos impactos de bala la llevaron a un viaje de ida sin retorno. Era hermosa, en la casa aún se sentía el aroma de su perfume, el mismo que yo me había puesto para ir a trabajar. Ya estaba blanca y fría, muy fría. Su juventud quedaría petrificada en ese instante. Una de sus manos se encontraba cerrada, algo guardaba o escondía, parecía como si aún seguía haciendo fuerza pero estaba rígida. Eran unas llaves. Creo eran las llaves de su casa pero no lo sé. Yacía en el living. Es que no le dieron tiempo. La muerte se le presento y la traiciono por la espalda. Así es la muerte pensé no juega limpio. Pero….algo me llamaba la atención y es lo parecida que éramos. Teníamos la misma edad, nuestros cabellos eran castaños, la misma altura y los mismos libros de abogacía, el mismo celular, zapatos y hasta el mismo perfume, que para ese entonces ya se mezclaba con el olor a sangre fresca, roja y brillante. Muchas coincidencias para trabajar imparcialmente. De pronto, quedé estupefacta, a unos pasos de ella, y con la misma pistola, el arma que le quito la vida, tendía en el suelo su ex novio con un tiro en la cien y sangre mucha sangre. Vi la escena y me acorde de una cita de Shakespeare que dice “Los amores violentos poseen finales violentos y tienen en su triunfo su propia muerte, del mismo modo en que se consumen el fuego y la pólvora en un beso voraz”.
Se trataba según la caratulación legal del hecho, de un homicidio seguido de suicidio. El caso cerraba para todos. Menos para mí. Era mi primer Femicidio el que marcaría un antes y un después en mi carrera profesional.
Ahora, era yo la del viaje sin retorno. La miraba a ella me miraba a mí, yo seguía con vida, pero pensaba ¿Cuantas veces estuve cerca de terminar como ella? Yo también ame, dije NO, me aleje, me insistieron, me persiguieron. ¿Por qué un hombre viene a arrebatarte tu existencia de mujer, tus sueños, tus años de vida por delante, tu libertad, la posibilidad de ser amada o de amar, de ser madre, de quedar embarazada, de dar vida y tantos momentos de felicidad? ¿Por qué? me preguntaba ¿Por qué? Era inevitable, ya no podía ayudarla, era tarde. Para ese entonces, ya sabía que la subjetividad se había apoderado completamente de mí. Soy Licenciada en Criminalística y como dicen los manuales, nunca debemos preguntarnos ¿Por qué? Pero esa noche y esa guardia me enseño más que un manual. Viví la realidad más atroz, olí la sangre más triste, sangre color rojo carmín que con los minutos se convertía en color oscura, negra, coagulada y con hedor a odio, lágrimas y dolor.
Como Licenciada, trabajo en el Ministerio Púbico Fiscal, Gabinete de Reconstrucción Criminal en la Sección Huellas y Rastros. Perite el arma y todo objeto que pudiera servir para ubicar rastros, perite, busque y busque la manera de ayudarla. El fotógrafo documento toda la escena, el planimetra dibujo el croquis a mano alzada, el balístico secuestro toda la evidencia y el médico forense decidió que era hora de cerrar el lugar del hecho y partir con los cuerpos. Y allí otra vez esa sensación rara, otra vez, el abismo me miraba; allí iban los dos cuerpos en la “morguera” (vehículo oficial de nuestra Institución Científica para transportar cadáveres) uno al lado del otro en sus bandejas de acero inoxidable. Él le quito la vida. Estaban muertos, pero seguían juntos. Intente pensar que quizás lo que acababa de vivir era una versión postmoderna de Romeo y Julieta, una versión de una sociedad violenta que no tolera frustraciones ni abandono. Quizás si me refugiaba en esa mentira dejaría tranquila a mi cabeza que compulsivamente me atormentaba con nuevas preguntas ¿Cómo se releva del lugar del hecho el amor, el odio, la ira?
Llegue a la oficina casi de madrugada, me encontraba desbastada sumergida en un profundo silencio. Allí estaba mi compañero y tutor de guardia en la computadora, casi a oscuras, sentí alivio de encontrarlo. Me consolé pensando que me estaba esperando. No sé como pero él ya sabía todo, quizás lo veía en mi mirada. Con sus años de experiencia y con voz suave y pausada me pregunto ¿cómo te fue?, alcance a levantarle las cejas, no me salía palabra. Quería arrancarme el alma, expulsar todo lo vivido, me sentía un mar revuelto, embravecido con pensamientos enlazados. Me sentía ahogada, sentía enojo. Cuando estaba por responderle…me pregunta nuevamente ¿cómo puede ser que si la quiso tanto la mate? Con el poco ánimo que me quedaba le conteste: “con la misma intensidad que la amo se la llevo; el problema es que nunca terminamos de conocer con quien estamos”. Inhale profundo sentí como se me inflaba el pecho, sentí mi respiración, me sentí viva, sentí mi pulso, mis latidos. Volví en sí y me puse a llenar las fichas decadactilares para brindar identidad a los dos cadáveres que acababa de dejar en la Morgue; uno al lado del otro.
La noche seguía su curso, faltaban minutos para el amanecer, para volver a mi casa, pero sabía perfectamente que algo había perdido y es que esa noche perdí un color, el rojo pasión del amor ya no sería tal.
Esa noche de guardia primaveral la muerte eligió vestirse de rosa. Sólo espero que las llaves que apretaba rígidamente entre sus manos sean las llaves que la condujeron a abrir las puertas del cielo. Es que cuando matan una mujer el color rosa…desaparece.
Basado en una historia real.
Véase: http://www.nuevodiarioweb.com.ar/nota/seccion/417028/femicidio-asesino-luego-mato
“Juana de Arco, Presilla y Verticilo”.
10 de Junio de 2015
(*) María Constanza Salva
Lugar de Trabajo: Policía Judicial- Córdoba
Del Jurado: Excelente relato de una trabajadora -licenciada en criminalística- que perita el crimen -femicidio- de una joven en una cálida noche de primavera. Describe los hechos y el impacto simbólico de los mismos sobre ella, sin caer en la inescrupulosa morbosidad. Muy buena presentación del caso y de los impactos en las subjetividades de quienes trabajan enfrentados cara a cara con la muerte. Asimismo, presenta la recreación de los vínculos con sus compañeros y superiores en momentos laborales por demás críticos.
El ritmo y el tono implican acercarse al suspenso policial y va desentramando los supuestos más oscuros del amor romántico, a partir de las preguntas que se realiza mientras está en el lugar del crimen y el tiempo después. Su experiencia laboral también produce la marca de las escrituras como informe criminalística atravesado a la vez por el tono más personal y profundo de su subjetividad como mujer.